Manual de cabecera para cualquier lector que quiera adentrarse en ella, el ensayo de Barton no concibe la Biblia como un texto dogmático, sino como un conjunto de narraciones punzantes y enigmáticas: en ocasiones contradictorias, en otras bárbaras, pero siempre inspiradoras. Su propuesta bebe de los grandes avances historiográficos que se han alcanzado en este último medio siglo y que han permeado todos los debates sobre los orígenes del cristianismo y -¿por qué no decirlo?- también del judaísmo.
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Creatividad antes que escritura
Pienso ahora en la original interpretación de Daniel Boyarin, en su fundamental Espacios fronterizos (Trotta), acerca de las fronteras borrosas que, durante los primeros siglos de nuestra era, delimitaron ambas religiones. Exhaustivo en su acercamiento, Barton no oculta de ningún modo el fondo de su tesis -discutible, en algunos puntos, por otra parte, como no puede ser de otro modo-, que pasa por reconstruir el itinerario histórico, literario e intelectual del libro sagrado y la evolución de su hermenéutica.